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Y así, los nuevos educadores en ningún momento tratarán de ser meros transmisores del saber, ni siquiera habrán de conformarse con la mera relación instructiva, sino que en todo momento será su ideal el formar hombres nuevos y esto significa atención a todas las facultades del hombre, físicas y espirituales

 

 

Francisco Giner de los Ríos

 

Francisco Giner de los Ríos nació en Ronda en 1839 en el seno de una familia lo suficientemente acomodada como para estudiar en la universidad de Barcelona y Granada, la carrera de Filosofía. Se trasladó posteriormente a Madrid donde entró en contacto con Julián Sanz del Río, quien introdujo en nuestro país la filosofía Krausista, una filosofía para la vida que tuvo gran éxito en España en el siglo XIX. Obtuvo la cátedra de Filosofía de Derecho Internacional en la Universidad de Madrid.

 Se enfrentó con el Ministro de Fomento en 1875 y por sus opiniones contrarias al Gobierno fue expulsado de su cátedra.

A raíz de esos acontecimientos, funda la Institución Libre de Enseñanza (ILE) en la que lleva a cabo sus ideas educativas:

 

·        Formación de personas útiles para la sociedad y capaces de entusiasmarse por una idea.

·        Coeducación entre hombres y mujeres.

·        Libertad de enseñanza, de cátedra y de investigación.

·        Libertad de textos y supresión de los exámenes memorísticos.

Es decir, una enseñanza libre, basada en métodos científicos  

En 1881 fue restituido en su cátedra, sin embargo la ILE continuó sus trabajos bajo la dirección de su fundador. El éxito de su empresa vino avalado por las celebridades de todos los hombres que salieron de su Institución: Manuel Azaña, Julián Besteiro, José Ortega y Gasset, Federico García Lorca, Salvador Dalí, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Luis Buñuel o Unamuno, por citar a los más famosos.

Murió en 1915 en Madrid.

 

Esto es lo que dijo de él uno de sus discípulos, Antonio Machado:

 

Era don Francisco Giner un hombre incapaz de mentir e incapaz de callar la verdad; pero su espíritu fino, delicado, no podía adoptar la forma tosca y violenta de la franqueza catalana, derivaba necesariamente hacia la ironía, una ironía desconcertante y cáustica, con la cual no pretendía nunca herir o denigrar a su prójimo, sino mejorarle. Como todos los grandes andaluces, era don Francisco la viva antítesis del andaluz de pandereta, del andaluz mueble, jactancioso, hiperbolizante y amigo de lo que brilla y de lo que truena. Carecía de vanidades, pero no de orgullo; convencido de ser, desdeñaba el aparentar. Era sencillo, austero hasta la santidad, amigo de las proporciones justas y de las medidas cabales. Era un místico, pero no contemplativo ni extático, sino laborioso y activo. Tenía el alma fundadora de Teresa de Ávila y de Iñigo de Loyola; pero él se adueñaba de los espíritus por la libertad y por el amor. Toda la España viva, joven y fecunda acabó por agruparse en torno al imán invisible de aquél alma tan fuerte y tan pura.

 

 

 

Francisco Giner de los Ríos con profesores y alumnos.

 

Su acertado método de enseñanza en la libertad y la razón, fue el motivo por el que este centro de Educación de Adultos de Salamanca adoptó su nombre en los años setenta.

 

 

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